Ayer, en el consultorio, durante una sesión de Terapia Social, el lema fue la apropiación de nuestras ideas, de nuestras creaciones por los otros. Inicialmente el esfuerzo del grupo fue de ofrecer, al paciente que trajo el problema, formulas de cómo proteger su creación.
Hubo varias propuestas durante la sesión. En cuanto algunos sugerían patentar la idea, otros intentaban convencer a la paciente de que apenas organizar esa idea en un informe sería suficiente para garantizar la ligazón con su legítimo dueño.
En ese momento, resolví introducir en la discusión, como otras etnias lidian con sus creaciones y cité un ejemplo de una sociedad en el alto Xingu Nesta, donde las obras de un determinado miembro eran frecuentemente reconocidas por todos, no habiendo ninguna marca de identificación.
En cuanto en esa sociedad tradicional ejemplificada, cuando uno intenta repetir la obra de otro es motivo de orgullo, para aquel que despertó ese interés, los miembros de la sociedad capitalista encaran eso como una amenaza.
En esta última, la exclusividad o legitimidad en la producción tiene un significado económico y de poder. Yo recuerdo las reacciones provocadas por Jacob Moreno, creador del Psicodrama, en el mundo capitalista, con referencia a su forma de entender la creación. El pensaba que a medida que realizamos una producción cultural, la idea ya no nos pertenecería más. Ella pasaría a ser del mundo al servicio de la humanidad.
En esta obra destaco de antemano el hecho de no existir originalidad en mí propuesta. Ni en el nombre dado a la técnica, no en la técnica en sí. En la medida en que yo suponía haber creado una forma original de trabajar, en el transcurso de mis revisiones, siempre acababa encontrando algo semejante aplicado en el transcurso de la historia.
Recientemente, en un viaje al Perú, donde se encuentra la cuna de las primeras civilizaciones en las Américas, autores contemporáneos que influenciaron a los psiquiatras locales ya tenían un discurso social para la psiquiatría.
La organización de este libro, en el formato intimista que escogí para presentar las ideas destacadas en mi trayectoria profesional, denuncia mi interés de aproximación con el lector, a compartir técnicas de relacionamiento, cuyas metas son la recuperación o la prevención del paciente con disturbio emocional.
Pensé realizar inicialmente, en una obra pedagógica dirigida a los alumnos, de formación variada, interesados en etnopsiquiatría, pero, después mi pretensión creció y me llevó a aplicar un lenguaje accesible a la población en general.
Sin embargo, antes de su lanzamiento, sólo pude comprobar la lectura con profesionales del área psicológica y médica. Confieso mi interés en ejercer una especie de -pedagogía social-, constantemente realizada en las Terapias sociales en consultorio y que podría, aquí también, ser proporcionada apenas por la lectura del libro, principalmente, si el lector, a medida que se va identificando con los conceptos presentados, pudiera compartir esas identificaciones y rever su manera de vivir. Ampliando el público que pretendo alcanzar, espero no haber perjudicado la trayectoria de raciocinio a aquellos profesionales que pretenden conocer mi propuesta y aplicarla.
Gustaría que esta obra pudiese servir, también, a aquellos que apenas pretenden recordar aspectos socioculturales de los disturbios emocionales, o comparar una determinada propuesta de práctica social de psiquiatría con sus conocimientos teóricos. Si esta obra contribuye a concientizar a los que -todavía no saben- que existe un campo sociocultural a ser considerado en la psiquiatría, pues aún es una práctica casi exclusivamente biológica, a -aquellos que están repletos de saber- y a partir de la lectura de este libro, abrir sus mentes a través de la duda, yo me sentiré recompensado.